Para adentrarnos en este tema, partamos de un concepto que nos orienta para comprender la relación complementaria entre la ideología y los partidos políticos, así como el modo en que las ideas se traducen en acciones para el bien común.
La cosmovisión es la manera en que una persona o una cultura interpreta y comprende el mundo que la rodea. Abarca el origen de la vida, la naturaleza, el ser humano, el tiempo, lo evolutivo, lo sagrado y el lugar que ocupamos en el universo. Es un marco de creencias que guía nuestra forma de pensar, sentir y actuar.
Michoacán no es solo una entidad federativa ni una suma de municipios; es un territorio vivo, cargado de historia, memoria y simbolismo. Es hogar de pueblos originarios como los purépechas, así como de comunidades campesinas, urbanas, costeras y montañosas que han resistido siglos de dominación, despojo y abandono. El territorio no es una abstracción: es tierra que se cultiva, se defiende, se sueña y se habita colectivamente. Para muchas comunidades, la tierra no es propiedad, es madre.
La cosmovisión popular michoacana se expresa en la relación sagrada con la tierra, en la organización comunitaria, en la reciprocidad y en la memoria colectiva. No es un pensamiento “atrasado”, sino una visión alternativa frente al individualismo, el consumismo y el poder vertical. Desde esta perspectiva, el desarrollo no se mide únicamente en términos económicos, sino en bienestar común, equilibrio con la naturaleza y participación comunitaria.
La ideología, por su parte, puede entenderse como un conjunto de ideas, valores, creencias y propuestas que explican cómo debe organizarse la sociedad, el poder, la economía, la justicia y otros aspectos de la vida colectiva. Funciona como una guía que orienta cómo las personas o los grupos entienden la realidad y actúan para transformarla.
En un sistema democrático, la ideología debería ser el corazón que da vida a los partidos políticos: sus valores, su visión de país, su programa de gobierno. En teoría, es lo que permite diferenciar a una fuerza política de otra, construir lealtades ciudadanas y garantizar coherencia entre el discurso y la acción. Sin embargo, en México, la relación entre ideología y partidos políticos se ha tornado ambigua, inestable y, en muchos casos, meramente funcional.
Este artículo busca reflexionar sobre el papel de la ideología en los partidos políticos mexicanos, su actual crisis de identidad y los desafíos para recuperar el sentido programático de la política en un contexto de polarización y pragmatismo electoral.
La apertura democrática, la alternancia en el poder y la profesionalización electoral transformaron el sistema de partidos, pero también diluyeron sus referentes ideológicos. Las reformas electorales, las alianzas interpartidistas y la búsqueda del poder a toda costa generaron una deriva pragmática, en la que las plataformas programáticas pasaron a segundo plano. Se volvió común ver a partidos de izquierda aliándose con partidos de derecha; líderes que migran entre partidos sin modificar su discurso; y campañas centradas más en figuras personales que en proyectos ideológicos.
En este escenario, la ideología dejó de ser el motor de la acción política para convertirse, muchas veces, en un simple disfraz retórico. Esta ambigüedad ha contribuido a un vacío ideológico, donde la identidad partidaria se diluye en la popularidad de los liderazgos y en la lógica de la centralización del poder.
Ante este panorama, es urgente que los partidos políticos mexicanos recuperen su identidad ideológica, no como un dogma, sino como un proyecto de país, con principios, valores y compromisos sociales claros.
La política sin ideología se convierte en una competencia vacía por el poder, sin rumbo ni propósito. En un país como México, con profundas desigualdades, violencia estructural y desconfianza ciudadana, recuperar el contenido ideológico de los partidos es indispensable para reconstruir la democracia. No se trata de volver al dogmatismo, sino de colocar principios donde hoy solo hay cálculo, y visión donde hoy solo hay inercia.
En este sentido, el Partido de la Revolución Democrática en Michoacán debe reconstruirse como una institución con claridad ideológica, con un programa serio, formación política constante, rendición de cuentas y apertura a las nuevas causas sociales.
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