Regresando a los orígenes de la izquierda

En la historia política de Michoacán, pocos conceptos resultan tan significativos como el de la democracia. En torno a ella giran preguntas clave que siguen vigentes, tales como qué representa, cómo se materializa y en qué medida contribuye al bienestar social. Estos cuestionamientos adquieren especial relevancia cuando se vinculan con otra noción profundamente arraigada en la vida pública: el significado y el ejercicio de ser de izquierda.

La democracia como sistema de organización va más allá de su sentido procedimental, materializa valores fundacionales que hoy nos permiten vivir en convivencia, respetar la ley y reconocer a las minorías como actores preponderantes del cambio social.

A lo largo de la construcción del régimen político, no ha existido una única izquierda, ni convendría aspirar a ello por el bien de nuestra democracia. La izquierda no es propiedad ni potestad de alguien en particular; pensar que se requiere aceptar, conceder o autorizar su pertenencia representa, incluso en el plano discursivo, un retroceso frente a los avances democráticos alcanzados.

La pluralidad en las izquierdas es benéfica, no solo marca en el día a día el grado de intervención del Estado en la economía, sino también, la centralización del poder y sus decisiones, así como el modelo de desarrollo a instrumentar; sin embargo, la prioridad como principio de vida política debe ser el respeto y la tolerancia a los derechos de los demás.

Ser de izquierda está basado en la igualdad, en las mismas condiciones y oportunidades para mujeres y hombres; igualdad de acceso a los derechos de aquellos que viven en las tenencias, en las comunidades o en la misma capital; de los empresarios que exportan y de los emprendedores, de la misma igualdad que merecen las niñas, los niños y adolescentes, los grupos vulnerables y las personas con discapacidad.

Ser de izquierda representa privilegiar los intereses colectivos y el bien común con instituciones fuertes, activas y con objetivos claros para que puedan asegurar el acceso a los derechos y el ejercicio de las libertades, erradicando la pobreza, aprovechando racionalmente los recursos naturales y garantizando espacios de incidencia para las juventudes, las mujeres y otros sectores hasta ahora excluidos.

El encuentro que tuve hace unos días con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, sirvió para revalorar la lucha de la Revolución Mexicana y los pendientes que existen en materia de derechos sociales y políticos, el crecimiento de la economía, la infraestructura y el valor de lo colectivo sobre intereses personales y de grupo.

Regresar a nuestros orígenes constituye una invitación para todas las izquierdas con el objeto de reafirmar con un alto compromiso y dignidad la responsabilidad de luchar por mejores condiciones de vida, en paz, con seguridad y solidaridad constructiva; se trata de trabajar entre todos por el estado que deseamos, uno democrático y progresista.

No es fácil o rápido, se requiere visión de futuro, unidad, patriotismo y un sentido de comunidad como lo asumía Seymour B. Sarason; es decir, con un sentimiento compartido en donde las necesidades de la colectividad son atendidas y eventualmente superadas bajo un sentido cooperativo de sus integrantes.

Regresar a los orígenes es el camino a la unidad de las izquierdas, a la competitividad electoral y a mantenernos en la preferencia ciudadana bajo el precepto que las luchas de las izquierdas representan la lucha amplia y legitima de los movimientos sociales de los obreros, campesinos, estudiantes y trabajadores de Michoacán.

Claro que otra política es posible, y el mejor momento para iniciar es hoy, caminemos juntos a la verdadera democracia, al trabajo colaborativo y respeto a todos los sectores de la sociedad, en el escenario político estatal no hay una sola izquierda, hay muchas, eso habla bien de nuestra pluralidad y madurez.


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